El otro día, mi hermana y yo pintamos una vieja cómoda en la preparación de que su amiga, Pam, visitara para “envejecerlo”. Con diligencia elegimos el tipo correcto de pintura y las herramientas especiales para el proceso. Después pasamos horas pintando y volviendo a rociar para conseguir un buen acabado liso y ocultar el color anterior. Hicimos todo lo posible para evitar goteos y manchas irregulares.
A decir verdad, no conseguimos el resultado que queríamos. La nueva pintura no se veía liso ni parejo ni nada cerca a la perfección. No podíamos hacer que pareciera nuevo.
Pam llegó. Ella es una experta en el re-acabado de los muebles… por lo menos en comparación con nosotras. Sin preocuparse por el estado de la pintura, rápidamente se puso a trabajar con su lijadora eléctrica. Ella intencionalmente borraba de nuestra pintura aplicada con cuidado. Se concentró en las áreas donde aparece el desgaste del uso normal. Buscó a nuestros goteos y manchas irregulares y lijaba allí con una atención especial. Nos explicó que a menudo el más desgastado que se ve el mueble, más valioso es en la tienda.
Mientras ella lijaba, pensé en cómo este proceso es muy parecido a mi vida. A veces me esfuerzo mucho para “pintar” sobre mis defectos y mis puntos desgastados. Intento presentarme con un acabado liso y uniforme en mis actitudes y acciones. Yo me esfuerzo para ocultar mis debilidades de carácter. Quiero evitar los errores, las fallas y las evidencias que dejan atrás… y no funciona muy bien.
Por otra parte, yo aprecio mucho a las personas que muestran unos “puntos gastados” en su vida. La vulnerabilidad y la autenticidad de las imperfecciones son a menudo más hermosas que un intento de falsa perfección. A veces, regalando atención a las áreas débiles agrega valor. La gente que viene a nuestro lado y nos ayuda en este proceso son un tesoro… y los defectos se vuelven valiosos.
¿Cómo ves los defectos en tu vida?