comparaciones de luto

sadness

Photo credit: Wendy Longo photography / Foter / CC BY-ND

Han pasado tres meses desde que mi mamá murió. A veces se siente como hace años. A veces se siente como si fuera ayer.

No he podido escribir un post desde ese día. Mi mente ha sido de niebla, revuelta, gris y poco clara. Algunos días mi corazón sentía pesado, triste y sin vida. Otros días, he sentido el calor de su memoria en las flores y el sol que tanto amaba.

Durante los últimos meses, algunos amigos han preguntado cómo me va y otros han mantenido una distancia incómoda, sin saber qué decir.

Cada uno de mi familia ha procesado su dolor de forma individual, a veces acercándose el uno al otro, a veces alejándose debido a las tensiones, la ira o el deseo de procesar el dolor a solos. Algunos han llorado; otros sostenían sus emociones bajo control; todavía otros no pudieron encontrar sus lágrimas incluso cuando intentaron. Algunos se fueron directo a trabajar en la organización de los detalles; otros fueron paralizados por su pérdida.

En estos tres meses, muchos otros amigos también han perdido a seres queridos – hijos, hermanos, padres, amigos. A veces la muerte llegó como se esperaba, pacífica, una transición anhelada a un lugar mejor. Otras muertes llegaron de repente, violentamente, agitando fundaciones familiares de la fe y la seguridad.

Algunos de mis amigos experimentaron la muerte como yo… acompañando en la cabecera, proveyendo cuidado y confort, contando los minutos que se convirtieron en horas. Otros amigos no tuvieron la oportunidad de sentarse cerca durante el final o intencionalmente decidieron no estar allí. Algunos no aparecen afectados por su dolor; otros están claramente sacudidos y otros experimentan un poco de ambos, dependiendo del día.

Me he encontrado en ocasiones comparando mi experiencia particular y mi respuesta emocional con los demás. Sin embargo, estoy aprendiendo que no podemos comparar nuestros diferentes experiencias con la muerte más de lo que podemos comparar nuestros diferentes experiencias con la vida.

No hay una manera correcta o incorrecta de hacer esto. No hay una cantidad estandarizada ni aprobada de tiempo, de sentimientos, de participación, o de impacto que la muerte lleva a una persona. Cada nacimiento, cada persona y cada muerte es único.

Entonces, para mí y para ti…

Tómate todo el tiempo que necesites.
Siente lo que es lo que te sientas.
Haz lo que puedas y deja el resto.
Da gracia, sobre todo a ti mismo.
Elige a personas y lugares seguros.
Duerma. Llora. Baila. Trabaja. Reirte. Grita. Recuerda.
No juzgues.
No compare.
Así es el luto y así será.
~ * ~

détente para avanzar

La semana pasada, escuché varias canciones que en la letra decían “¡quiero volar!” Comencé a pensar acerca de los deseos que tengo de alcanzar metas, cumplir un sueño o embarcarme en un aventura. Tengo muchas ideas, pero a veces yo soy un estorbo para mí misma. He aprendido que frecuentemente tengo que detenerme y dejar de hacer algunas cosas antes de poder avanzar.

Dejar de juzgar

No me gusta ser juzgada por gente que realmente no me conoce, ni mi matrimonio, ni a mis hijos o mi situación… No creo que exista solamente una manera correcta en la cual la gente deba de hacer las cosas en este mundo, aunque a veces actúo como si mi manera de hacer las cosas fuera la única. Existe tanta creatividad y diversidad de gente; muchas veces los juicios y las criticas son erróneos porque vienen de una perspectiva incompleta, la perspectiva de lo-que-aparenta-de-afuera. Si no quiero que  otros me juzguen, necesito trabajar en no juzgar a otros tampoco.

Dejar de comparar

Con frecuencia mi peor enemiga soy yo misma. Me comparo con la super-mujer fantasma de mi cabeza, creada al unir las mejores partes de cada héroe que admiro: mi jefe tan capaz, mi vecina increíblemente llena de dones creativas, mi amiga cariñosa y compasiva, mi genio e inteligente mentor, mi atleticamente cincelado entrenador. Mi super-fantasma inventado no existe en la vida real. Necesito vivir en la realidad de este mundo y no anhelar con añoranza un sueño de fantasía.

Dejar de refrenarse

A veces, todos nos sentimos inadecuados frente a ciertos desafíos y tememos el cambio. Gracias a mis increíbles amigos y familia que me apoyan, he llagado a entender que tengo una “voz” que compartir y tengo habilidades y experiencia que ofrecer. Nadie más es como yo. Si la refreno, alguien se perderá mi contribución única… ya sea en casa, en una amistad o en el trabajo. Quiero agregar valor a las relaciones y a los proyectos… para lograr eso, tengo que arriesgarme y expresar lo que yo creo.

Dejar de quejarse

Una cosa que me frustra es una mentalidad de víctima, culpar a alguien más por la falta de progreso, relaciones, salario o cualquier otra cosa deseada pero no obtenida. Por mucho que declare mi oposición a esta actitud, una honesta auto-evaluación prueba que también culpo a otros… aquellos que no me siguen estorban mi liderazgo, aquellos que no me respetan limitan mi efectividad, aquellos a quienes no les caigo bien son la causa de que la amistad se terminara. Las excusas están vacias. Simplemente necesito comprometerme a hacer y dar lo mejor de mí en cada situación… y hacerme responsable de mis resultados.

Si quiero avanzar… si “quiero volar”, necesito dejar de hacer estas cosas primero.

¿Qué necesitas dejar de hacer para avanzar en tus metas, sueños y aventuras?

cuidados para nuestro llamado

Vivir mi llamado como portadora de la imagen de Dios y ser parte de Sus propósitos es la gran aventura de la vida.  Mi llamado tiene valor, poder y propósito. Dios me ofrece vida abundante, pero al enemigo de mi alma le gustaría limitarme y controlarme. He identificado cuatro amenazas con las que batallo para cuidar mi llamado.

                                                          CLICHÉ:  Como mencioné antes en mi blog, las “reglas” hechas por las personas, comunicadas en forma de clichés de los roles de hombres y mujeres, pueden inhibir mi llamado. Aunque no encuentro una lista de roles delineada en la Biblia, sí hay una lista de dones espirituales. Estos dones no están limitados por el género; tienen una variedad increíble y libertad, y son muy importantes para determinar el enfoque de mi llamado.

Si tengo el don de la oración, servicio, misericordia, enseñanza, liderazgo, exhortación, evangelismo o discernimiento, mi don(es) particular(es) se van a demostrar al trabajar en mi llamado – en casa, en el trabajo o en el ministerio. La autoevaluación y la confirmación de otros me han ayudado a conocer la manera en la cual Dios me ha dado dones. Cuando trabajo con mis dones, experimento mucho fruto y gran gozo.

CULTURA: Al vivir y trabajar en el extranjero ya por muchos años, he escuchado excusas culturales para limitar las responsabilidades y las oportunidades de hombres y mujeres. Aunque tengo un profundo respeto por las influencias culturales, la verdad bíblica es mi mayor parámetro. Cada cultura posee una riqueza maravillosa que podemos descubrir pero ninguna cultura es perfecta. Algunas normas culturales están fuertemente en contra de los mandamientos de Dios. Jesús actuó contra la cultura en sus interacciones con las mujeres, en Su servicio a los discípulos y en Sus encuentros con pecadores. Cuando yo escojo ir “contra la corriente”, a veces tiene un precio – desde burlas sutiles hasta fuerte crítica – pero mi prioridad más importante es honrar a Dios… y a veces tengo la oportunidad de mostrarle a los demás un ejemplo nuevo y sano.

COMPARACIÓN: Frecuentemente soy mi peor enemigo. Los problemas se aparecen cuando comparo mis dones y deseo otros, o les doy a los dones diferentes “calificaciones”. Critico y juzgo otros (“No es espiritual hacer…) o batallo con sentimientos de inferioridad y menos valor (“Debería hacer más de…”). Desapruebo y me pongo en contra de decisiones de trabajo, roles en el matrimonio e involucramiento en el ministerio que son contrastantes, en lugar de aceptar las diferencias y expresar aceptación a los demás. La comparación es un arma poderosa y efectiva del enemigo. He aprendido que puedo luchar en contra de la comparación dándoles gracia y ánimo a los demás.

COERCIÓN: El lado extreme del poder es la coerción – abuso, violencia, explotación. Nunca he experimentado estos extremos pero otros sí lo han experimentado – especialmente las mujeres. En cualquier momento que yo le atribuyo menos valor a los demás (bromas, insultos, desigualdad), estoy siendo irrespetuosa al llamado de Dios de esa persona y debilito las defensas contra la coerción. Estoy aprendiendo a respetar y defender el valor y el propósito de Dios en cada persona.

Un último pensamiento… puedo sacrificar mis dones/habilidades/pasiones voluntariamente y con gozo por una temporada – momento, día… incluso años, para poder cuidar o servir a otro. Jesús se limitó Él mismo por tiempo por nosotros. Sin embargo, esa decisión no debe ser impuesta por clichés, la cultura, la comparación o la coerción… y siempre debe hacerse en el contexto de mi valor como una portadora de la imagen de Dios y mi llamado a involucrarme en Sus propósitos.

Te animo a conocer tus dones únicos – también considera tu personalidad, experiencia, etapa de vida, etc. – y después comprométete de todo corazón a reflejar la imagen de Dios a un mundo perdido. ¡Disfruta la aventura!