No me gusta sentirme débil o con poca energía o dependiendo de otros. No me gusta limitar a quién puedo ver o a dónde puedo ir o qué puedo hacer. No me gusta tomar pastillas y evito a los doctores y hospitales lo más que puedo. La mayor parte de mi vida he tenido salud y fortaleza, así que cuando me enfermo, por lo general trato solamente de ignorarlo o seguir trabajando o salir de la enfermedad lo más rápido posible.
Si no puedo hacer eso, tiendo a deprimirme, quejarme y por lo general actuar como una paciente llorona, negativa y malhumorada.
Me siento mal por los que tienen que estar cerca de mí o cuidarme.
(…y peor aún, no soy mucho mejor cuando estoy cuidando a otros. Digamos que la compasión y la misericordia no sobresalen en mi lista de fortalezas.) ¡Pregúntenle a mi familia!
Sin embargo, mientras pienso en este fin de semana, acostada en cama, sin poder hacer mucho más, me di cuenta que al pasar de los años estar enferma ha sido útil para mi vida.
Estar enferma me enseña empatía hacia otros que están enfermos, a veces crónica o seriamente. He experimentado, tal vez sólo un poco, el dolor, las limitaciones y las frustraciones que ellos tienen. Soy menos propensa a criticar o juzgar porque me puedo relacionar con lo que ellos están viviendo.
Estar enferma me recuerda que el descaso es bueno ocasionalmente – no la flojera, el estar tirado en el sofá, tráeme-una-cerveza, todo-el-tiempo descanso; sino el regular, de reflexión, que restaura, fuera de la rutina, sabático tipo de descanso. Unos minutos al día, un día a la semana, un tiempo más largo cada mes y cada año le hacen bien a una persona.
Estar enferma me ayuda a construir relaciones saludables, recíprocas, interdependientes, en las que está bien pedir ayuda. Tiendo a ser muy independiente y autosuficiente… Y si no estuviera débil de vez en cuando, perdería los elementos básicos de la construcción del carácter como la vulnerabilidad, honestidad y necesidad de otros en mi vida.
Aprendo a cuidar mejor a otros al experimentar cuidado de otras personas. Ya que el cuidado no es mi fortaleza, no siempre tengo la confianza de qué ofrecer, hacer o decir. Conforme otros hacen cosas agradables para mí… como hacer pendientes, traerme comida, o enviar una tarjeta, aprendo tips e ideas de cómo puedo ayudar a otros. Cuando lo pienso, mentalmente archivo esas ideas para usarlas después.
También ha crecido mi respeto y apreciación por aquellos que cuidan de otros. He recibido bendición algunas veces en mi vida de doctores, enfermeras, familia y amigos que hicieron un trabajo increíble cuando yo o alguien amado necesitó cuidados especiales. Su trabajo es tan importante, y su voluntad y su actitud de servicio agregan un rayo de luz a un día triste.
Así que, sinceramente, de todas maneras no me gusta estar enferma…. ¿a quién le gusta? Al menos puedo manejarlo un poco mejor cuando puedo ver algún beneficio de eso… ¡y eso resulta mejor para todos los involucrados!
¿Tú cómo manejas estar enfermo?
