A través de los años he ofendido y apaleado a otros con mi orgullo nacionalista. También he recibido un duro golpe debido al orgullo nacionalista de otros.
Un día estaba leyendo Génesis 11:1-9 acerca de la Torre de Babel (énfasis agregado):
En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra…
...«Constuyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo.
De ese modo nos haremos famosos
y evitaremos ser dipersados por toda la tierra.»
Pero el Señor bajó para observar la ciudad
y la torre que los hombres estaban construyendo…
«Será mejor que bajemos a confundir su idioma,
para que ya no se entiendan entre ellos mismos.»
De esta manera el Señor los disperó desde allí por toda la tierra,
y por lo tanto dejaron de constuir la ciudad.
Por eso a la ciudad se le llamó Babel,
porque fue allí donde el Señor confundió el idioma
de toda la gente de la tierra
y de donde los dispersó por todo el mundo.
A través de estos versículos, Dios me aclaró que el orgullo nacionalista no es algo que Él tenía en mente o que inicialmente deseó para nosotros como parte de su increíble creatividad. Originalmente nos tuvo hablando el mismo idioma. La división que tenemos en nuestro mundo hoy en lenguaje y cultura es el resultado de nuestro pecado y la protección de Dios contra más pecado. Dios pretendía que fuésemos dispersados por toda la tierra, no solamente que construyéramos nuestra propia ciudad y un nombre para nosotros mismos.
Como cristianos, creo que nuestra meta debería ser superar las barreras del lenguaje y la cultura para demostrar el poder del amor de Dios en nosotros y llevar su mensaje de las “Buenas Nuevas” a tanta gente como sea posible…por todo el mundo. Cuando los cristianos luchan con comunicar amor y respeto los unos a los otros – a pesar de las barreras del lenguaje – somos una imagen de cómo Dios se comunica con nosotros… a pesar de que nuestras limitaciones humanas se interpongan en el camino.
Cuando rendimos nuestros propios prejuicios, favoritismos y egoísmo para permitir que la gente de otras culturas trabaje junto a nosotros
–incluso sean nuestros líderes—
estamos reflejando el diseño original de Dios.
Como misionera, he trabajado junto a personas de muchas culturas y lenguajes diferentes. He trabajado bajo líderes de varios países. Puede ser frustrante y difícil y consumir mucho tiempo… pero también puede ser lleno de alegría y satisfacciones; verdaderamente creo que yo reflejo más la unidad de Dios en la diversidad… y logro más para su reino en conjunto con otros. No quiero experimentar más disciplina de parte de Dios a causa de mi orgullo; quiero hacer todo lo posible para hablar “un solo lenguaje” con los demás cristianos, demostrando la perspectiva del Reino de Dios, en lugar de una arrogancia nacionalista.
Como nación receptora, también podemos reflejar el diseño de Dios al invitar generosa y respetuosamente a aquellos de otros países que son llamados por Dios a trabajar con nosotros en extender su Reino.
Como líderes, podemos ser un ejemplo… ¿Cómo podemos ayudarnos unos a los otros a limitar nuestro orgullo y a trabajar mejor juntos para su gloria?